La explosión había sido tan intensa que en las paredes de la habitación habían quedado impregnadas las siluetas de los animales que estaban cerca. Nadie tuvo tiempo de reaccionar.
La habitación que antes era blanca había quedado pintada de un color negro y solo las marcas blancas de las almas de los infortunados decoraban la pared.
No sentía dolor, a pesar del olor a carne quemada. Levante mi remera y mi piel se había vuelto negra.
No quedaba nada alrededor.
Sentí una lagrima deslizarse por mi megilla, cerre los ojos y desperté.
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